Sustitución por mejores productos
Recuerda cuando compraste tu primer smartphone. Pongamos que te costó 300 €. El smartphone sustituyó de repente:
- Tu antiguo móvil.
- Tu radio.
- Tu equipo de música o tu i-pod.
- Tu reloj. Tu despertador.
- Tus mapas de carretera o tu TomTom.
- Tu cámara de fotos.
- Una enciclopedia
- Una agenda
- Libros
- El periódico en papel
- …
Tu compra aportó al PIB del país, pongamos, unos 300€. Si no hubiera habido smartphone para comprar probablemente habrías adquirido tarde o temprano los susodichos productos por, digamos, unos 1.000 €. Es decir, la aportación al PIB habría sido mucho mayor.
Los teléfonos inteligentes sólo son un ejemplo de cómo la innovación sustituye servicios y reduce globalmente facturaciones, pero hay muchos más.
Sustitución por software y robots
Se habla mucho de la inteligencia artificial y la robótica como destructores de empleo. En algunos casos es evidente. Basta comparar una planta de fabricación del Ford T a principios del siglo XX, llena de actividad humana, y compararla con una factoría moderna, en la que un puñado de operarios supervisa a cientos de robots y autómatas. En otros casos es más difícil de ver. ¿Cuántos puestos de trabajo elimina un buen software de ingeniería? ¿Y uno de contabilidad?
En cualquier caso, cada vez más a menudo un producto sustituye directamente a empleados. El aumento exponencial de la capacidad de computación (la ley de Moore) juega a favor de esta tendencia y ya no son sólo empleos poco cualificados los que son amortizados, sino también mandos medios expertos.
A mismo o menor coste se consigue un aumento de la producción y un coste final mucho menor. Esto beneficia al consumidor final, que pagará menos por el producto.
Esto puede ser bueno o malo, según lo que pase a continuación:
- El precio más bajo permite a mucha más gente comprar el producto, la empresa robotizada factura lo mismo que antes o más. Tiene más beneficios y los reinvierte en nuevos productos. Los empleados se recolocan en las nuevas líneas o encuentran trabajo en otras empresas. Todo el mundo gana.
- Aunque el precio está más bajo, realmente no hay más mercado. La empresa vende con el mismo margen, pero en total factura menos. Hay una contribución menor al PIB, el estado recibe menos impuestos. Los trabajadores van al paro y consumen menos en general. Dejan de ser consumidores de este producto y de otros muchos. La empresa tal vez gane por la eliminación de contingencias laborales y los consumidores gozarán de mejores precios, pero todos los demás pierden.
Casos en los que la tecnología destruye riqueza
Mientras en la economía prepondere el primer caso, las cosas mejoran. Esto ha sido así mayormente desde la revolución industrial. Pero en los últimos veinte años tengo la impresión que nos encontramos cada vez más con el segundo caso. Tanto que se ha puesto en marcha un efecto perverso: pesan más la reducción de facturación y los despidos que el abaratamiento y la mejora.
El dinero en circulación siempre va al bolsillo de alguien. SI una empresa tiene menos facturación quiere decir que pone menos dinero en circulación y, por tanto, menos dinero va al bolsillo de personas.
¿Por qué no venden más estas empresas que innovan, pese a que ahora su producto es más barato? Primero, porque si esto le pasa a muchas empresas, en general va a haber menos dinero para sueldos. Menos sueldos, menos consumidores.
Segundo, porque ya hay una saturación de productos en el mercado. Tras cuarenta años de relativo bienestar tenemos casi todo lo que podemos necesitar y la demanda es pequeña, salvo en nuevas necesidades que surjan.
Y así llegamos a la tercera razón: no se crean muchas necesidades nuevas porque faltan innovaciones radicales. Las famosas iniciales I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) realmente engañan: la i minúscula de innovación es la que se lleva la parte del león, mientras que las inversiones en Investigación son pequeñas. Somos muy buenos mejorando lo que hay, pero no hacemos el esfuerzo que debiéramos en la investigación básica que puede causar verdaderas revoluciones.
Resumiendo pues, el efecto sustitución hace que la mejora tecnológica reduzca costes y mejore prestaciones pero, al no poder asimilar el sistema la mano de obra sobrante, reduce la capacidad de consumir y acaba empobreciendo a la economía. ¿Necesariamente? No, bancos centrales y gobiernos tienen herramientas que podrían compensar, pero de eso hablaremos en otro capítulo.